Una biografía que no se anuncia… pero se nota. Así se presenta María Calleja, poeta leonesa y madre del comunicador Jesús Calleja, en una entrevista en Es la Mañana de León (EsRadio León) que mezcla humor, memoria y emoción, y que deja un mensaje claro: “La vida no se acaba, se reescribe cada día”.
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María habla sin pose, con la naturalidad de quien ha vivido mucho. Se define como “una mujer normal”: hace la compra, cocina, limpia… “como cualquiera”. Pero detrás de esa sencillez hay una trayectoria marcada por el trabajo precoz, la resiliencia y el vínculo profundo con el mundo rural. “Los niños de la posguerra”, insiste, fueron una generación que aprendió demasiado pronto que había que arrimar el hombro.
Una infancia en el molino: “No pasamos hambre, pero había que trabajar”
María recuerda su niñez como la mayor de cinco hermanos, con responsabilidades tempranas y una educación que nacía más de la necesidad que de los discursos. En su caso, la vida rural fue también un escudo: vivían en un molino, con harina para el pan, un corral con animales y una huerta que su madre cultivaba con destreza. “No pasamos hambre, pero había que trabajar”, resume. Y lo dice sin dramatismo, casi con orgullo: aquel aprendizaje le dejó autonomía y una idea clara de lo esencial.
Ese origen explica uno de los ejes de la entrevista: su defensa del campo y de lo que representa. María lanza una advertencia con tono pedagógico y preocupante: si se abandona la vida rural, “sin el campo no vivimos”. Para ella, la desconexión de los jóvenes con la tierra es un riesgo real, porque “de ahí procede todo”.
“Estoy muy disgustada”: el alegato por la dignidad de los mayores
El momento más contundente llega cuando habla de la tercera edad. María critica lo que considera un olvido social hacia los mayores, especialmente aquellos que hoy viven en residencias. Su argumento es directo: muchos han tenido que vender patrimonio para costear cuidados, y cree que el Estado debería asegurar esa atención con la misma lógica con la que se construyó el bienestar. “No se preocupan de todas estas personas que, gracias a nosotros, estáis ahí”, afirma.
Su discurso no busca culpables individuales, sino conciencia colectiva: pide devolver “el favor” a quienes levantaron el país a base de trabajo. Y recuerda que no hablamos de siglos: “60 años”, dice, para subrayar lo cerca que está esa realidad.
La pérdida de un hijo marca para siempre: “Es una herida que no se cura”
La entrevista se detiene, con respeto, en uno de los golpes más duros de su vida: la pérdida de uno de sus hijos, una ausencia que —más de dos décadas después— sigue muy presente. María evita recrearse en el dolor, pero deja una frase que lo explica todo: hay heridas que no desaparecen, solo se aprende a convivir con ellas, esa pérdida “no se pasa nunca” y que la herida permanece, aunque la vida continúe.
Poesía, naturaleza y belleza: tres libros “guardados en un cajón”
La entrevista cambia de tono para entrar en otro territorio: la poesía. María cuenta que empezó a escribir muy joven, todavía soltera, alimentada por la imaginación del molino, los animales, los pájaros y la vida del campo. De aquella mirada nacieron textos que durante años quedaron “guardados en un cajón”, hasta que decidió pasarlos a limpio para que no se perdieran.
Hoy asegura tener tres libros escritos, con una particularidad que le gusta destacar: cada poema va acompañado de una fotografía, “para darle alegría y color”. Y deja un detalle sorprendente: no vende los libros; los regala a amigos y a personas a las que les gusta la poesía, una forma de compartir sin convertirlo en negocio.
Un poema que emociona… y un vínculo muy especial
Uno de los momentos más emotivos de la conversación llega cuando se escucha un poema de María musicado por Arturo Martínez, director del programa de radio. La autora, visiblemente emocionada, agradece el gesto y reconoce el impacto que le ha producido escuchar sus versos convertidos en canción. “Se me pone la piel de gallina”, dice, subrayando que ese acompañamiento musical ha dado una nueva vida a su obra.
En ese contexto, Calleja deja además una confesión que retrata la relación de cercanía que se ha creado con el comunicador: asegura que Arturo Martínez se ha convertido para ella en alguien muy especial, alguien que la acompaña en el camino creativo y al que vincula con ese impulso de seguir escribiendo y compartiendo.
La vida antes de las redes: peluquería, emprendimiento y una academia con título oficial
Lejos de la imagen idealizada, María desgrana una vida de trabajo real. Cuenta que con 15 años ya tenía una pequeña peluquería en Fresno de la Vega, y más tarde, tras casarse y trasladarse a León, continuó en el sector junto a su marido. Con el tiempo, dieron un paso empresarial: montaron una academia de enseñanza de peluquería y llegaron a obtener autorización para expedir un título útil para trabajar en el extranjero.
Ese bloque retrata a una generación que, sin llamarlo así, practicó el emprendimiento a base de intuición, esfuerzo y necesidad.
Nepal, viajes y una familia “con los pies en el suelo”
María también habla de viajes. Recuerda recorridos por Europa con sus hijos y un viaje a Nepal para comprender de cerca una cultura que ya formaba parte de su vida familiar. En ese contexto menciona a Ganesh, integrado plenamente en la familia, y cuenta con ternura cómo le llama “mamá” y a su marido “papá”.
Cuando se le pregunta por ser la madre de Jesús y Kike Calleja, desactiva cualquier tópico: dice que se preocupa cuando viajan —como cualquier madre—, pero insiste en una idea que, a su juicio, explica el éxito: “los pies en el suelo”. “No nos han regalado nada”, subraya, y resume la receta con una frase que atraviesa toda la entrevista: mucho trabajo.
Reinventarse a los 84: el fenómeno Instagram que nadie vio venir
Y llega el giro más llamativo: Instagram. María cuenta que empezó en redes por impulso familiar, casi como una forma de ver lo que hacían los suyos, y que de manera espontánea empezó a compartir poemas y recuerdos. Hoy, con 84 años, supera los 20.000 seguidores y asume —entre divertida y sorprendida— que la llaman “influencer”.
Su caso se ha convertido en un ejemplo claro de reinvención tardía: una mujer mayor que no busca aparentar, pero conecta por autenticidad. Y que demuestra que la edad no es un freno para crear, comunicar y emocionar.
Un cierre con palabra favorita: “amor”
La entrevista termina con un pequeño cuestionario que retrata su mundo interior: su palabra favorita es “amor”; el olor que la lleva a la infancia, las flores; y su refugio cuando todo pesa, la poesía. Antes de despedirse, deja otra lección que resume su mirada: el futuro se sostiene en los valores del trabajo, la gratitud y la memoria.