
En Castilla y León, la ola de incendios forestales ha dejado imágenes devastadoras y cifras históricas. En medio del humo, la urgencia y el peligro, hay rostros como el de Rubén Corral, un teniente del Ejército del Aire de solo 25 años, que vive esta crisis desde la cabina de un hidroavión del Grupo 43. En declaraciones recogidas por esRadio Castilla y León, ha compartido su experiencia directa en esta campaña, una de las más intensas de los últimos años.
Una campaña “desoladora”
“Está siendo muy duro”, confiesa el joven teniente, natural de Valladolid. Lleva dos años en la unidad, pero este verano ha sido, sin duda, “el más complejo”. Según explica, han tenido que actuar en Galicia, Castilla y León, Andalucía y Extremadura, con múltiples focos activos al mismo tiempo y escasa capacidad de descanso.
En la zona de Zamora, cerca de Molezuelas de la Carballeda, se declaró el incendio más grande por extensión desde que hay registros en España, extendiéndose incluso hasta León. Todavía seguimos en ello. Hoy mismo compañeros están en Oencia, León”.
¿Exceso de burocracia?
Sobre la gestión de competencias, Rubén Corral explica que ahora los operativos del Ejército del Aire no dependen de la UME, sino directamente del Ministerio para la Transición Ecológica (MITECO), que recibe la solicitud de las comunidades autónomas. “Cuando recibimos la prealerta, salimos inmediatamente al avión, no esperamos más”.
Además, los vuelos se escalonan para mantener presencia constante durante el día, evitando momentos críticos sin cobertura aérea.
Riesgos reales: visibilidad cero y calor extremo
Para el teniente, uno de los mayores desafíos actuales es la escasa visibilidad por el humo. “Nos impide ver, impide cargar agua, impide actuar. Es lo más peligroso ahora mismo. Podría producirse una colisión”.
La situación, dice, es tan grave que incluso hay ocasiones en las que deben abortar misión si no pueden acceder con seguridad a la zona. “El viento, las ondas térmicas... todo cambia constantemente. Es volar con tensión constante”.
Formación militar para situaciones extremas
Los pilotos del Grupo 43 llegan con formación previa, pero es en esta unidad donde aprenden la práctica real: cargar agua, descargar con precisión, maniobrar en condiciones extremas. “Mi primer incendio fue la primera vez que descargué. Se aprende volando”.
En cada misión van tres personas en cabina: comandante, piloto y mecánico. “Todo es real. No hay forma de simular un incendio”.
Contra los pirómanos: “No saben lo que provocan”
En cuanto a los incendios intencionados, el teniente Corral fue claro: “Algunos serán negligencias, pero hay consecuencias gravísimas: gente que lo pierde todo, naturaleza destruida, biodiversidad arrasada”. Y añade: “No merece la pena. Un incendio mueve vidas y millones”.
El descanso que nunca llega
Rubén confiesa que los días de descanso son los más duros. “Te sientes impotente. Quieres seguir ayudando, pero sabes que necesitas recuperar fuerzas. Esto es una carrera de fondo”.
Después de volar tres días seguidos, afirma que regresó “frustrado” por ver que aún no se controlan todos los focos. “Pero ya se empieza a ver la luz”, dice con esperanza.