España es “uno de los países europeos con menor consumo de cereales integrales”, recuerda Manuel Moñino, presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Dietistas-Nutricionistas. Por eso, considera necesaria la nueva campaña europea: los cereales integrales “son una de las principales fuentes dietéticas de fibra” y la ingesta de fibra “en los europeos, concretamente en España, es muy baja”. Su consumo “se ha asociado con beneficios para la salud”, lo que hace “totalmente pertinente que se ponga el foco” en ellos.
Sobre por qué España está a la cola, Moñino apunta a la falta de exposición: “Las opciones integrales están menos disponibles”. En comedores, restaurantes o menús diarios “el pan que se sirve es pan blanco”, las pastas “son refinadas” y el arroz suele ser blanco, lo que acaba instaurando hábitos poco saludables.
A ello se suma la confusión del consumidor. “El término integral no es un término regulado” salvo en el pan, y muchos productos pueden declararse “ricos en fibra” sin que su contenido en cereales integrales sea alto. Además, algunos alimentos ricos en fibra pueden ser igualmente “ricos en grasas, ricos en azúcares”.
Moñino identifica como principal obstáculo el propio entorno alimentario: que los integrales “estén más disponibles en todos los entornos donde nos movemos”. También cree que “hace falta un poco más de regulación”.
El cambio más eficaz para mejorar la ingesta es simple: “sustituir paulatinamente el pan blanco por el pan integral”, que es la medida “de más coste eficiente”. El pan, presente varias veces al día, “puede marcar la diferencia”.
Para las familias, insiste en que los niños “imitan las conductas de los padres”, por lo que la exposición en casa es clave.
La campaña europea ofrece recetas y herramientas basadas en “pequeños cambios que puedan sostenerse”: mezclar arroz blanco e integral, elegir panes con distintos porcentajes de harina integral o introducir cereales como “búlgur, couscous integral, quinoa o amaranto”.